El relato que hace Caddy Adzuba, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, sobre las violaciones que padecen las niñas y mujeres en El Congo es espeluznante, y es muy importante que salga a la luz, que se debata y que el mundo sepa los crímenes sexuales que se continúan cometiendo por todas partes. Sin embargo, así como nos horrorizamos y solidarizamos con esas violaciones que siempre ocurren en países lejanos, no ocurre lo mismo cuando estas agresiones tienen lugar entre nosotros. Y qué mal se informa.
El último episodio ocurrió en agosto: una joven de Málaga, presuntamente violada por cinco hombres a la salida de su trabajo en la Feria de dicha ciudad (17/08) y de la que se dice que «los médicos certificaron la violación» (18/08) se convierte el dia 21 del mismo mes en mentirosa al fabular una supuesta agresión con la que les «han querido destrozar la vida a los pobres muchachos». ¿Qué ocurrió en realidad? ¿A quien tenemos que creer?
Aparte de la dificultad de esclarecer unos hechos siempre más complejos de lo que los medios de comunicación querrían, hay sin duda una labor distorsionadora que la prensa debería cuidar. No se puede pasar en cinco días de presentar los hechos como una violación ocurrida en un «escenario de terror», donde una joven de 20 años, indefensa y amenazada es violada por cinco hombres mientras uno de ellos filma la escena, a ser instigadora de una mentira con la que la presunta agredida pretendía destrozar la vida a los pobres jóvenes, y que es la última versión que se publica y que permanece como cierta.
A mi me gustaría que los medios de comunicación no se conformaran con esos cambios de enfoque tan drásticos. Los medios tienen que profundizar más. Son temas demasiado graves como para liquidarlos en dos líneas. ¿Urdió la joven una historia de violación cuando la encontró la policía local a las 8 de la mañana, llorando, tras una caseta de feria? ¿Consintió la joven en mantener relaciones sexuales con tres de los hombres? ¿No podría ocurrir que una en principio disponibilidad por parte de la joven fuese malinterpretada por ellos como una invitación tácita? No es la primera vez que una mujer se ve sobrepasada y lo que comienza como un juego erótico acaba convirtiéndose en una imposición sexual. ¿No habían certificado los médicos la violación? ¿No merece este tema ser esclarecido y abordado con rigor y seriedad?
Con el tratamiento informativo que se le dio quien acabó saliendo malparada fue la chica, de la que se duda, a la que se acusa de mentirosa y urdidora de una fábula cuya finalidad ignoramos. Y de rebote, se echa un velo de sospecha sobre un tema de extrema gravedad: si las mujeres en realidad «inventan» cuando denuncian una violación. O falsean las denuncias por agresión, lo que viene a ser igual.
Tras una agresión sexual, me explicó mi abogada cuando denuncié a un tipejo por este motivo, en el juzgado prima la presunción de inocencia del susodicho. Me avisó de que me harían preguntas incómodas cuestionando mi versión. Pero no sólo ocurrió en el juzgado. La guardia civil también en seguida me preguntó si conocía al individuo, al parecer por comprobar si yo tendría algún motivo para ‘arruinarle la vida’ con una denuncia falsa. En el juzgado siguieron en la misma línea, fue muy desagradable. Imagino que en el caso que expones pasó algo parecido y que los medios se hicieron eco, con lo que parece que la víctima del delito pasa a ser culpable en un segundo.