Sí, a las mujeres nos ha salido muy cara la obtención de nuestros derechos, y aunque parezca mentira, la consecución de estos derechos es inversamente proporcional a la pérdida de pelo. Me explico. Seguramente a ninguna de ustedes les sorprenderá si les digo que hace mucho tiempo el cuerpo femenino estaba -como el masculino- cubierto de pelo y no sólo en la cabeza. Había abundante pilosidad en las axilas, en las piernas, las ingles y no digamos en el llamado monte de venus. Una buena mata de pelo en la cabeza preludiaba una generosidad capilar en otras partes más ocultas del cuerpo, lo que hacía hervir las feromonas de unos y otras. Pero luego llegó la lucha por la igualdad, y pareciera que cada reconocimiento legal tenía que ir acompañado con un recorte piloso. Las mujeres se raparon a lo garçon, y dejaron de tener que cepillar aquellas interminables trenzas y rodetes que les daba la apariencia de la Dama de Elche, o de la más reciente princesa Leia en la Guerra de las Galaxias. Pero después llegaron más derechos cívicos, y se tradujo en un recorte del vello de los sobacos. Cada dos por tres había que pasarse la maquinilla, primero, o ir al suplicio de la cera las más osadas e intrépidas, después. Levantar los brazos y mostrar unas axilas pilosas te convertía en una apestada, una mujer dejada en la que no se podía confiar. Pero la guerra contra el pelo no se quedó ahí, sino que empezó a bajar peligrosamente por el cuerpo, empezando por las pantorrillas. Pero como los derechos a conseguir eran muchos había que seguir pagando tributos, que subieron amenazadores por los muslos, las nalgas hasta llegar a las ingles. ¡Dios santo, las ingles! Todavía me acuerdo de la feliz María José Cantudo enseñando sin rubor su césped púbico en La trastienda (1975) o incluso Ruth Gabriel su abundante alfombra en Días contados (1994). Pero la plena adquisición de derechos arrasó con el resto de pelo que nos quedaba, y así hace ya unos años que la moda es esquilmarse completamente el cuerpo de excrecencias pilosas. Y así hemos llegado a la situación de que los derechos femeninos nos han dejado calvas. Nuestra plena conversión legal en seres humanos nos ha convertido en muñecas hinchables, lustrosas, relucientes, impolutas. ¿Habremos pagado con nuestros pelos el tributo de nuestra libertad? ¿O tanto vello perdido no habrá hecho más que convertirnos en esclavas de la fotodepilación? No os preocupéis, queridas. Acabo de leer que se puede repoblar el pubis injertando el pelo de la nuca… Podemos volver a tener pelo en el coño al precio de tener que perderlo de la cabeza ¡Para ese viaje no necesitábamos alforjas!
Un derecho más, un pelo menos | Eva devuelve la costilla , es adictivo, desde que os recibo no puedo parar de mirar todas vuestras sugerencias y me alegra cuando recibo uno más, sois lo mejor en español, me encata vuestra presentación y el curre que hay detrás. Un beso y abrazo,GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO, nos alegrais la vida.
Muchas gracias por tu comentario. Si mi blog le gusta, me doy por muy satisfecha. Saludos.
Excelente post Juana. Muy valiente y realista.
La depilación y más concretamente la fotodepilación me parece algo aberrante y denigrante. No hay humillación más grande hacia el ser humano (sobre todo hacia las mujeres) que ir despojándole de su propia naturaleza. Obligarle a que piense que el pelo de su cuerpo es feo. Pero realmente es todo lo contrario: «no hay nada más bello y hermoso en la Tierra que una mujer desnuda como vino al mundo». El problema es que ciertos sectores de la sociedad (moda, publicidad, negocios de depilación, etc..) les interesa modificar los pensamientos de los seres humanos para hacernos creer que el pelo de los sobacos y pubis de las mujeres es algo feo y poco higiénico. La higiene no tiene nada que ver con el pelo, tiene que ver con las veces que uno se lave en dichas partes.
¡Luchad porque no os manipulen vuestro cuerpo, luchad por que no se imponga esta nueva «inquisición» de la sociedad del siglo XXI.
¿Abajo la depilación y la fotodepilación! ¡Arriba el cuerpo natural de las mujeres!.
Enhorabuena y un saludo.
Jose María Cal. Escritor.
Gracias por tu comentario.. Una nunca sabe quién es el receptor, así que te agradezco de veras tus palabras. Saludos.