Me van a perdonar la vulgaridad del título, pero es una expresión tan utilizada incluso en los medios serios y por parte de personas relevantes que me parece que ya ha perdido un poco la grosería. Pero es que es una frase hecha que define muy bien el límite de lo que los hombres están dispuestos a tolerar: que les toquen las pelotas.
Tocar las pelotas tiene un sentido literal y un sentido metafórico, y no sabemos si el uso simbólico fue antes que el real o al revés, pues como según algunas filósofas no hay nada real que preceda al discurso (como por ejemplo el sexo, que según algunas interpretaciones fue inventado discursivamente ya que no existe en realidad), no sabemos si la expresión se inventó y un varón después se tocó las pelotas, o primero fue el gesto y luego la invención.
Yo me inclino a pensar que primero existían las pelotas (los testículos) igual que existía el sexo sobre el que luego se hacen todo tipo de elaboraciones discursivas, incluido lo que se podía o no hacer según con el que habías nacido. Tocarle a un mamífero (gato, perro, burro, caballo, hombre) las pelotas parece que le molesta en grado sumo, por lo que se ha convertido en el máximo grado de irritación que un individuo macho puede experimentar.
Los testículos son una parte de la fisiología masculina muy importante, casi más que el pene, pues en los testículos se produce el gameto masculino que permite fecundar el óvulo y también produce la testosterona, la hormona responsable de la virilización del cuerpo del niño. No es de extrañar que otra de las expresiones más populares, aparte de “tocar las pelotas”, sea la de “tener a alguien cogido por los huevos”, que trastoca la irritación en desposesión, ya que significa tener poder sobre un hombre de tal manera que no le queda margen de actuación. La trilogía se cierra con “estar hasta los cojones”, que implica que el individuo está absolutamente exasperado, harto y cansado de aguantar. Por no hablar de hacer las cosas «por mis santos cojones» que convierte el mandato gonadal en una orden no ya humana sino divina. Como vemos, las pelotas dan mucho juego.
Pelotas, huevos o cojones las mujeres no tenemos un órgano tan versátil y tampoco una expresión similar para manifestar nuestro hartazgo, y no es una casualidad que las mujeres hayamos tenido prohibido la expresión de nuestra ira o irritación, lo que pone de relieve la posición de poder del cuerpo de los varones y la desvalorización del cuerpo femenino, que como mucho es utilizado para expresar el fastidio: por ejemplo, ser un coñazo.
Qué potencia tiene el término “pelotas” que hasta los trans recurren a ellas cuando quieren imponer su voluntad. En un video que se puede ver en una red social una cómica trans se queja de que le dicen que como no tiene útero ni ovarios no es mujer, y concluye “pero tengo un par de pelotas…” que parece que compensan ampliamente todos esos órganos femeninos de los que carece. Qué curioso, una mujer alardeando de poseer testículos con el mismo lenguaje que utilizaría un camionero.
Que cada una saque sus propias conclusiones.