En algunos países del mundo nos da por creer que las mujeres lo han conseguido todo, que ya hay igualdad total entre hombres y mujeres y que, por tanto, el feminismo se ha quedado sin causa por la que batallar. Craso error. Vale que hombres y mujeres gozan de los mismos derechos y deberes, que comparten una misma educación y que en las familias niños y niñas, chicos y chicas reciben un mismo trato. Pero hay actitudes, creencias, tradiciones que siguen marcando diferencias entre unos y otras y, en la práctica, que es al final lo que importa, las mujeres continúan dedicando más horas al hogar que los hombres, abandonan antes sus trabajos, cobran menos, y en definitiva, casi siempre tienen las de perder. En los años en que nos parecía que las vacas estaban gordas (aunque ahora vemos que era un espejismo) , quizá por una cuestión de mala conciencia, por aparentar ser modernos, o incluso preocupados sinceramente por la injusticia que representa la desigualdad entre hombres y mujeres, se crean Institutos de la Mujer, se promulgan Leyes de Igualdad, se convocan ayudas para investigaciones, se pone sobre la mesa la pesada carga que representa sobrellevar a las personas dependientes, o se batalla por conseguir mayores cuotas de representación en partidos, parlamentos, gobiernos o consejos de administración de empresas. Todo eso se pasa por el forro cuando nos damos cuenta de que las vacas parecían gordas, pero en realidad estaban famélicas. Donde digo digo digo Diego, parecen querer decir políticos, políticas y politicastros. Tampoco hay que exagerar. Eso de la igualdad está ya muy visto. Qué cuotas ni qué niño muerto. Aquí lo que importa es el mérito personal, la valía de cada uno, la capacidad individual. Vamos a dejarnos de nimiedades y vamos a centrarnos en lo que importa. Y todo lo que hace referencia a la desigualdad entre sexos queda rápidamente olvidado, relegado, mortecino, en stand by ya que hay muchas cosas más importantes que atender. Y entonces creo que en realidad la desigualdad sexual nunca importó de verdad, que todo era pura apariencia, hipocresía, simulación. En Europa, esa Europa raptada pendiente de su rescate día sí y día no, nueve países, encabezados por el Reino Unido, ya se oponen a la idea de conseguir un 40% de presencia femenina en los consejos de administración de las empresas. Y es que en el fondo, ¿es realmente necesario que las mujeres tengan tanta cuota de poder? ¡Anda ya!
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