Hace unos días ví la película austríaca Paraíso: Amor de Ulrich Seidi. La cinta es tan real como la vida misma, sin adornos ni azúcar: una mujer madura, con sobrepeso y de senos caídos, que viaja a Kenya con la un tanto pueril pretensión de encontrar el Amor, aunque lo que encuentra es, como no podía ser de otra manera, sexo… y ni siquiera demasiado satisfactorio. El turismo sexual protagonizado por mujeres ya tuvo una primera aproximación con la película Hacia el sur, de Laurent Cantet, que también sitúa dos mujeres que buscan sexo en la paupérrima Haití, antes del terremoto de 2010. Paraíso: Amor es una gran metáfora de la situación entre ese Norte blanco despilfarrador y esos países del Sur sumidos en la miseria, separados por una débil cuerda de esparto (léase mar u océano).
Lo que me interesa destacar en este comentario es la diferencia entre las mujeres y los hombres que buscan sexo (pagado) y también la consideración que se tiene de quien lo ofrece. Los jóvenes negros de Kenya no son «prostitutos», no tienen un oficio específico ni están dedicados especialmente a ello: hacen lo que sea con tal de conseguir dinero, desde vender un collar, hacer de moto-taxista para turistas u ofrecer ese sexo exótico (o no tanto) que algunas mujeres blancas solicitan, no sin gran diferencia a como un hombre solicitaría los servicios de una prostituta.
Teresa, entre ingenua, paternalista y seguramente con el sentimiento de culpa de los ricos, cree que los jóvenes negros la van a amar por lo que es, aunque queda patente que la primera que tiene que amarse es ella misma, tan consciente de su falta de atractivo , de sus kilos de más y de sus pechos caídos. Si queda algo claro en la película es que el sexo pagado no es el sistema de donde va a venir la satisfacción de esa necesidad de ser amados que todos albergamos. Si para los hombres pagar los servicios de una prostituta (me gustaría saber cómo se habría representado en el caso de que fuese un hombre el que va a Kenya a hacer turismo sexual) ha sido suficiente durante milenios, queda claro que para las mujeres no lo es. Y que el hecho de que ahora sean las mujeres las que pueden recurrir al sexo pagando no enaltece ni dignifica la triste condición de quien tiene que alquilar su cuerpo y aceptar cualquier vejación para sobrevivir. Mucha gente cree que la igualdad es imitar lo peor que ha inventado el sistema patriarcal. Conmigo que no cuenten.
hola, nos ha interesado esto porque conocemos a unas mujeres que tienen una ong para organizar viajes a Senegal y que aprovechan los viajes para tener relaciones con hombres jovenes de alla, hacen viajes en grupos formados por muchas mujeres y algún hombre o ningún hombre y allí trabajan en proyectos de cooperacion que mas bien sirven para tapar el verdadero objeto del viaje, que es cambiar servicios sexuales por dinero, pero aunque es prostitucion hacen el autoengaño de decir que pagan por trabajos como de traductor o de chofer o de guia o lo que sea mas regalos propinas etcetera
H0la, Marisa y Lorena, muchas gracias por la información que me dais, que podría dar mucho de si e investigara y contrastara un poco más este tema.
Gracias por leermey por vuestros comentarios. Saludos cordiales. Juana Gallego.