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Nos sobran los motivos

Con permiso de Sabina he tomado prestado el título de una de sus canciones para apoyar la manifestación que bajo el título “La fuerza de las mujeres, el futuro de todas” se celebrará en Madrid el próximo 23 de octubre.  Y sí, nos sobran los motivos para protestar, para gritar, para incendiar, para quemar, para bombardear. Porque la ignominia a la que se está sometiendo a las mujeres no tiene nombre.

Que hasta decir “mujer” se esté convirtiendo en una palabra que pone en aprieto a la gente, que rehuya pronunciarla, que se estén inventando perífrasis delirantes para referirse a nuestra biología, como “cuerpos con vagina”, “seres menstruantes” “gente que menstrúa”, “propietarias de cérvix”,  y más difícil todavía, “individuos con sexo vaginal receptivo”, todo esto no es más que el resultado del delirio transgenerista, que lo ha devorado todo tras una intensa operación ideológica perfectamente orquestada por el Lobby Trans y sus adláteres: medios de comunicación, partidos políticos, universidades, empresas, industria farmacológica…

Nos sobran los motivos porque no hace falta redefinir lo que es ser mujer (nadie plantea que haya que redefinir lo que es ser hombre), pero en caso de que fuese necesario no se puede hacer sin las mujeres, y solo para dar satisfacción a los deseos autoginefílicos de una minoría social.

Nos sobran los motivos porque el feminismo, que es internacionalista por mucho que les pese a los partidarios del relativismo moral, se solidariza con las mujeres allá donde quiera que exista desigualdad, subordinación, desprecio o humillación.

Estamos con las mujeres afganas a las que se les impide trabajar, asistir a la escuela, a la universidad o participar en la vida pública, además de tener que vestir como fantasmas para no despertar la lujuria viril.

Estamos con las mujeres de Ucrania o de cualquier lugar al que se recurra para obtener “vientres de obra” (la mano se ha trastocado en útero) para satisfacer los deseos de gente adinerada que quiere darse el gusto de propagar sus genes, pero o no quiere o no puede hacerlo con su propio cuerpo. Que otra te incube la criatura mientras tu aprovechas el tiempo para hacer carrera política, académica, deportiva o cultural.

Estamos con las mujeres y niñas traficadas que son carne de cañón para satisfacer el mercado de la prostitución, uno de los más lucrativos del planeta, y contra la idea de que prostituirse es un trabajo como otro cualquiera, pero mira por dónde quienes lo ejercen son en su mayoría mujeres empobrecidas que lo hacen como estrategia de supervivencia, no por vocación. Estamos hartas de que se diga que las mujeres lo eligen.

Estamos con las mujeres a las que se les pone trabas para poder abortar, a las que se humilla o insulta por ejercer un derecho inalienable que ha de poder ser realizado sin poner en riesgo la salud.

Estamos muy hartas de los gobiernos, y muy especialmente del nuestro y su Ministerio de Igualdad, que se embarca en leyes disparatadas sin evaluar la trascendencia y las consecuencias prácticas de las mismas, como es la que podría permitir la autodeterminación del sexo, el bloqueo de la pubertad o las sanciones económicas por decir evidencias como que el sexo no se asigna o que no se puede cambiar, todo lo cual podría ser interpretado como discurso de odio o expresiones vejatorias.

Nos sobran los motivos porque la violencia se sigue cobrando vidas de mujeres que se atreven a desafiar la autoridad de sus parejas, o poner fin a la relación afectiva, o empezar una nueva vida; o se ejerce contra aquellas que salen solas por la noche, que vuelven tarde, que hacen uso de una libertad de la que algunos hombres quieren despojarlas con o sin su consentimiento (de ellas). Aceptar tomar una copa no quiere decir que estés deseando que te violen.  Estamos hartas de agresiones sexuales contra las criaturas,  y contra la utilización de jóvenes y adolescentes en la pornografía, auténtica escuela de violencia y sumisión.

Nos sobran los motivos para salir a la calle, para gritar, para incendiar, para bombardear. Y solo nuestro sentido de la responsabilidad hará que protestemos pacíficamente, aunque el cuerpo nos pida devolver la violencia de todo tipo que se está ejerciendo contra nosotras.

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