Mañana tenemos elecciones (y algunos tendrán además erecciones, depende de cómo les vaya el dia). El voto es secreto, y hoy es dia de reflexión. Pero como yo no me presento como candidata, creo que puedo romper esa norma para explicar mi opción.
Vivimos tiempos confusos, tiempos desconcertantes, tiempos en los que ya no sabemos muy bien qué es verdad, qué mentira, qué fantasía, qué realidad, qué apariencia, qué honestidad. Un totum revolutum que empeora, si cabe, con el «silencio atronador» que reverbera en la redes sociales, espacio donde verter las peores pulsiones humanas.
Por lo que a mi respecta voy a votar al menos malo. No voy a votar ni al Inspector Gadget, que lanza a la cara estampitas a sus enemigos (ya ni siquiera saben ser adversarios), pero tampoco a Mary Poppins, aquellos con poderes mágicos que prometen soluciones fáciles para problemas complejos y proponen fantasías animadas para entretener al personal. Voy a votar el sentido común.
Aquellos que se atienen al principio de realidad. Que se han enfrentado ya a la difícil tarea de gobernar y han padecido en sus carnes el desgaste de tener que tomar decisiones cada día. Aquellos que han demostrado estar a favor de los derechos de las mujeres, y han legislado al respecto. Aquellos que sin ser perfectos -qué más quisiera nadie- han hecho en ocho meses lo que otros no han hecho en ocho años.
Lo tengo muy claro. En este momento en el que algunos plantean volver a la España de la Reconquista, otros siembran cizaña sin ofrecer alternativas, y otros «fan volar coloms» (es decir, vender humo), me quedo con los que tienen los pies en el suelo, tienen experiencia de gobierno y han hecho una apuesta decidida por un país que frene los múltiples desvaríos que nos acechan.