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Madres pluscuamperfectas

En uno de mis últimos comentarios hablaba de las madres imperfectas, que somos todas. Después de ver la película Un feliz acontecimiento, que va de una joven pareja que tiene un hijo y los avatares que les ocurren, quiero  hablar de las madres pluscuamperfectas, algo que muchas hemos intentado y ninguna ha conseguido. Porque, hagamos lo que hagamos, nuestras acciones siempre podrán ser cuestionadas en el futuro por nuestros vástagos, bien con sus gestos o bien con sus palabras. La película a la que me refiero es tan real que más parece un documental: la gran conmoción física, psicológica, mental y emocional que representa parir un bebé. Lo ilusas que somos la mayoría de las mujeres cuando, después de tener una criatura, pensamos que podremos continuar con nuestra vida anterior, como si en el cogollo de nuestra existencia no se hubiera instalado un alien que nos fagocita, nos succiona, nos chupa, nos conmueve, nos irrita, nos aplasta, nos remueve, nos pone del revés… y nos hace experimentar los sentimientos más extremos y poderosos que a lo largo de nuestra vida podamos llegar a sentir; porque aquel monstruito, aquella bolita de carne se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo, una parte de nosotras que extrañaremos cuando estemos lejos como echaríamos de menos nuestro propio brazo, una pierna, la cabeza, los pulmones, el corazón. Sólo aquellas para quienes la maternidad es una pura cuestión mecánica, un asunto más en sus agendas, salen indemnes.

No hay recetas para ejercer la maternidad, y cada una tendrá que inventar su propio menú. En esta tesitura, el peligro de querer ser pluscuamperfecta acecha y nos abruma.  Creo que las sociedades que más se han alejado de la naturaleza son las que más complicaciones reportan a las madres primerizas. Todo tiene que estar tan controlado, tan milimetrado, tan pautado, queremos diseñar tan a la perfección el camino de nuestro retoño, creemos que podemos llegar a planificar su vida y la nuestra, que nos olvidamos de disfrutar del día a día.  Sin planes, sin exigencias, sin expectativas, sin tener que cumplir a la perfección con todos los mandatos que la sociedad, siempre tan benévola, va cargando sobre las espaldas femeninas. Dejemos espacio para la espontaneidad. Quiero confesaros una cosa: cuando mis hijos eran pequeños no los bañaba cada día, y a veces sólo una vez a la semana.  Puede que yo fuese una madre un poco descuidada, pero os aseguro que el sagrado rito del baño diario nunca me quitó el sueño. Hoy día, con 28 y 18 años están tan lustrosos, sanos y felices como si se hubieran pasado media vida en la bañera. ¡Y nunca me lo han reprochado!

2 thoughts on “Madres pluscuamperfectas”

  1. Juana, qué alivio siento al leer tu artículo. Ser madre es lo más difícil que he hecho en mi vida y me cuesta relajarme. A veces me pregunto si podré con ello, pero tampoco por que crea que no sé hacerlo, me veo capaz, pero no quiero que mi hijo vea que dudo. Pero la verdad es esa. Cada día dudo. ¿Le sentará bien esta comida? ¿Le habré explicado bien esto? ¿Le afectará esto otro? ¿Si digo que sí, mimo y si digo que no, soy una sargento? Lo peor es que no sólo tengo que fingir estar segura de mí misma frente a él, sino frente a muchos adultos que parecen estar deseando ver cómo te doblegas y cómo las circunstancias te superan. ¿Es que no tienen nada mejor que hacer?

    1. Lisa, me alegro de que te sientas aliviada con el artículo. Sólo puede animarte a que disfrutes de tu hijo y hagas oídos sordos a los demás. Siempre digo lo mismo, si tu vecino se tira por un barranco, ¿haces tú lo mismo?. Un saludo.

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