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Los tontos del pueblo

Los miembros de este gobierno son como los tontos del pueblo: personas a las que todo el mundo les deja decir lo que les dé la gana porque ya se sabe que no rigen bien. A nadie en sus cabales se le ocurre llevar la contraria a un idiota, no sea que se mosquee y te dé una coz, te pegue una hostia o te eche un escupitajo. Con personas con sus capacidades mentales mermadas todo el mundo se hace el desentendido. Pues con el gobierno (y en general con los responsables políticos) pasa igual: están echando un pulso a ver quién dice la majadería más grande. Yo digo que qué buena noticia es que los jóvenes mejor preparados tengan que emigrar. Pues yo tengo una noticia mejor, adelanta el otro, ya superamos los 6.000.000 millones de parados, yupii. Vaya, y ahora ¿qué hago yo para superar el listón? se pregunta un tercero: pues estropear la ley del aborto, que parece que hasta el momento funcionaba bien. Ji, ji, esto de ver quién hace o dice el disparate más gordo es muy divertido.

«Pues los escraches son fascismo puro», tercia la repelente niña vicente para llamar la atención, que ella lo sabe de cuando estuvo internada en Mathausen..aunque para expectación la que generó su compañera con aquello de «no hay mejor medicina que la que cura las enfermedades»….un pensamiento filosófico de gran calado que ya expresó una niña de 6 años en un programa de televisión cuando observó que la peor enfermedad es morirse… y así, tacita a tacita, como un coro de oligofrénicos, van lanzando cada uno a su manera lo que mi madre hubiera denominado destartalos.  Todo bajo la mirada inexpresiva y el silencio mortecino del Tonto Mayor, que, para acabarlo de rematar, se querella contra un periódico que se chiva de las travesuras que todos ellos han estado cometiendo durante años.

La diferencia entre los tontos del pueblo y los miembros del gobierno es que, para desgracia nuestra, los primeros no suelen tener a su cargo la llave de la caja fuerte, ni la reponsabilidad de repartir las cartas, ni la de representarnos ante nuestros vecinos. ¿Cuánto tiempo podremos aguantar sin rechistar ante los dislates que día sí día también van soltando nuestros tontos del pueblo? Pues cuando se nos acabe la santa paciencia que se nos aconseja y aunque sea con la mano floja les contestemos, cual Ruíz Mateos… ¡que te pego, leche!

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