No es un halago gratuito. Lo digo tal y como lo pienso. Hace un rato, durante mi paseo dominical, me he visto rodeada de cientos, quizá miles de mujeres embutidas todas ellas en una camiseta rosa, recien terminada la «Carrera de la Mujer» un acontecimiento lúdico y altruista que se celebra cada año en numerosas ciudades españolas para luchar contra el cáncer de mama y que este domingo, 10 de noviembre, se ha celebrado en Barcelona. De pronto me he visto inmersa en una marea formada por mujeres de todas las edades: niñas, adolescentes, jóvenes, adultas, ancianas; mujeres diversas: rellenitas, con canas, con arrugas, con michelines, esbeltas, altas, bajas, guapas, menos guapas, mujeres de verdad. Y todas risueñas, con la satisfacción que da el haber participado en una buena causa.
Acabada la carrera, que yo, perra como soy, ni siquiera he iniciado, el rosa se ha extendido por toda la avenida y junto a él una energía, una vitalidad, una alegría de vivir como hacía mucho tiempo no percibía. Desde un escenario unos chicos y chicas incitaban a las mujeres congregadas a hacer aerobic, y allí las tienes a todas, amontonadas, sudorosas, fraternales, solidarias moviendo el esqueleto y haciendo cada una lo que puede.
La sensación que he experimentado ha sido la misma de cuando las feministas de los años 80 nos reuníamos en las manifestaciones callejeras o las fiestas posteriores, donde nos hermanábamos en nuestras diferencias y bailábamos o cantábamos con una única voz. Puede que no todas las mujeres reunidas hoy en las fuentes de Montjuic fuesen feministas; no importa, aquel espíritu se ha extendido y esas miles de mujeres danzan y brincan juntas, observadas por algunos hombres que las miran quizá con envidia, algunos con simpatía, otros con estupor. ¿Qué hacen todas estas mujeres bailando? parecen preguntarse, mientras algunos acompañan a sus mujeres o toman fotografías para justificar su presencia.
Esas mujeres, y muchas otras como ellas, son las que sostienen el mundo. Las que lo hacen tolerable. Las que ayudan a avanzar. Las que en medio de las dificultades, la crisis, el paro, las contrariedades que jalonan nuestra existencia, todavía encuentran una buena causa para enfundarse una camiseta rosa y ponerse a correr. O a bailar. Eso son mujeres reales, y no las que nos observan sin ver en los anuncios o las vallas publicicitaria de cualquier ciudad.