Las agresiones contra las mujeres tienen que ser abordadas informativamente como una cuestión política colectiva y no como un problema individual. Esta serie de tres artículos plantea cómo debería tratarse el tema en los medios de comunicación.
Durante muchos años los asesinatos de mujeres por parte de sus maridos – que los había, en contra de lo que pudiera parecer – se trataban en la sección de sucesos como episodios aislados, imprevisibles, inevitables y lo que es peor, incomprensibles, sólo superficialmente catalogados como “crímenes pasionales”. Así tipificados, eran hechos que no requerían explicación, ni tenían antecedentes ni consecuentes. De vez en cuando, a un episodio de agresión le sucedía otro, con lo que resultaba imposible establecer conexiones entre ambos acontecimientos, situarlos en un contexto social, ahondar en las causas y las consecuencias, buscar soluciones, crear estados de opinión. Afortunadamente, hoy sabemos que la violencia patriarcal –que no otra cosa es el asesinato de una mujer por parte de su pareja o expareja – tiene causas que hay que situar en las desiguales relaciones entre hombres y mujeres, en el papel hegemónico desempeñado por los hombres y la larga historia de subodinación femenina que convirtió la agresión a las mujeres en algo “natural”. ¿ Cómo, si no es bajo este prisma, pueden entenderse las violaciones de mujeres como arma de guerra, las violaciones en cualquier situación (véase la información que publicaba El País el pasado 14 de noviembre de 2010 sobre las mujeres centroamericanas que intentan emigrar a Estados Unidos), cómo si no pueden entenderse las agresiones que sufren las mujeres en cualquier lugar del planeta específicamente por ser mujeres? La violencia de género es un proceso que hunde sus raíces en un conflicto político que hay que inscribirlo en las relaciones de dominación masculino-femeninas que todavía hoy, con matices según las zonas, países y circunstancias, perviven pese a los avances conseguidos. Aunque la sociedad (sobre todo en el área de influencia occidental) considere que ya no hay desigualdad de género, que todos somos iguales y que las mujeres no son ya el sexo subordinado, la realidad es que esas creencias, arraigadas en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo son las que explican que las agresiones o los asesinatos de mujeres sigan teniendo lugar.