Para que cambie la percepción social de los asesinatos de mujeres a manos de sus maridos o exparejas hace falta trasladar su tratamiento a las páginas de Política, y abordarlos como asesinatos políticos, porque política es la situación de desigualdad que subyace en ellos, así como política es la consideración que de las mujeres continúan teniendo no pocos hombres, que aún creen que son de su propiedad. Las mujeres asesinadas o agredidas lo son, en la gran mayoría de los casos, porque han elegido hacer uso de su libertad, la libertad que les corresponde como sujetos de pleno derecho. Por tanto, las mujeres que no pueden abandonar a sus parejas si lo desean, que son amenazadas si lo hacen, que no pueden iniciar otra relación, o empezar una nueva vida, solas o acompañadas, son rehenes políticos de unos hombres incapaces de relacionarse en pie de igualdad, como rehenes políticos son esas mujeres que por arriesgarse a cruzar un país solas, o a desafiar las normas patriarcales o a iniciar un camino propio sufren la violencia de esos hombres que se sitúan en una posición de superioridad y creen estar legitimados para usar la fuerza en el cuerpo femenino. Como en el caso de los amenazados por ETA –desaparecido ya ese riesgo, afortunadamente – hay que dar credibilidad a las mujeres que denuncian amenazas; es necesario que los poderes públicos establezcan mecanismos eficaces de protección, que dediquen fondos y personas a combatir el problema, poniendo escoltas si es preciso a aquellas que denuncien amenazas. No podemos seguir tolerando que en España mueran un mínimo de 50 mujeres al año por querer utilizar la libertad a la que tienen derecho, sin que en muchas ocasiones se las haya creído cuando han denunciado. Y también hay que lograr que aquéllas que no han interpuesto denuncias puedan expresar públicamente su problema, porque no es creíble que un hombre mate a su pareja o expareja sin que previamente haya habido un largo proceso de desencuentro. Sólo cuando la violencia contra las mujeres sea representada en los medios de comunicación como un problema político la percepción que la sociedad tiene de este tipo de acontecimientos cambiará, porque entenderá que es un problema social de primera magnitud que hace falta abordar colectivamente, que es como se abordan los problemas sociales. Y entonces muchas mujeres amenazadas que no han denunciado se sentirán capaces de hacerlo porque notarán la solidaridad de los demás, y el clima propicio para romper un vínculo indeseado si es eso lo que desean hacer. Y podrán hacer uso de su libertad (ya sea separarse o emprender un viaje en solitario) sin miedo a que un hombre las viole, sodomice, maltrate, apalee, les pida favores sexuales a cambio de protección o las asesine. Mientras no sea así la sociedad seguirá asistiendo impávida a los crímenes o a la violencia contra las mujeres, desentendiéndose de este problema como si no le concerniera y mirando para otro lado a la menor ocasión.
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