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La culpa es de ellas

El cura italiano Piero Corsi ha dicho en voz alta lo que muchos piensan en silencio. Y tiene toda la razón. Pues claro que sí, la culpa de la violencia contra las mujeres es de ellas, por su insolencia, porque se están volviendo respondonas, porque no se callan ni una, porque se están tomando demasiadas libertades, porque ya no se prestan fácilmente al sexo cuando no les apetece y quieren separarse cuando no están satisfechas con su matrimonio. La culpa es de ellas que no soportan las humillaciones, ni un poquito de malos tratos, ni siquiera una mala mirada…. nada  ¿qué se creen? ¿Hasta dónde vamos a llegar si continúan así?  Si todas las mujeres se tornan arrogantes y se creen autosuficientes  ¿sobre quién vamos a mandar los pobres varones que estábamos habituados a que al menos nuestra mujer y de rebote las demás nos rindieran pleitesía? Cuánta razón tiene el cura italiano. Las mujeres ya no son lo que eran… y lo que es peor, no lo van a ser nunca más. Porque esa actitud altanera se va a ir extendiendo como una mancha de aceite por todo el mundo… Quizá todavía haya muchos países en los que las leyes, las costumbres, las tradiciones, el poder sofoque y silencie las aspiraciones de las mujeres… pero la semilla ya está sembrada…y poco a poco van a ir levantando su voz, reclamando sus derechos, defendiendo su dignidad. Así que los pobres varones no van a tener más remedio que seguir apaleando a sus mujeres, quemándolas con ácido, violándolas  a solas o en grupo, insultándolas, humillándolas… porque si no se van a crecer demasiado y al llegar a casa no van a tener hecha la cena, ni la ropa planchada, ni los platos limpios ni la cama preparada. Si no les zurran un poco, lo normal, vamos, lo más que pueden encontrarse es un pos-it pegado en la nevera donde diga: me he ido al cine con mis amigas; la cena te la haces tú. Y eso sí que no, por ahí no vamos a pasar. Así que a seguir asesinando mujeres, que todavía hay demasiadas en el mundo. Y los curas a seguir impartiendo su doctrina: no dejéis que vuestras mujeres os provoquen. Arreadles un poco los que todavía estáis a tiempo. Y así tendréis aquí paz, y después gloria. Amén.

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