No hay actualmente nada que tenga tanto poder de penetración social como lo que se transmite a través de los medios de comunicación, tanto en los antiguos como en los nuevos (redes sociales, internet). Y en todos ellos se ha instalado una guerra «simbólica» contra las mujeres. El campo de batalla son los medios, el arma fundamental la publicidad y el objeto a abatir el cuerpo femenino.
El único modelo actual de mujer corresponde a una chica joven, delgada y atractiva según el canon de belleza contemporáneo, y toda aquella que no se ajuste a ese modelo ideal está condenada al ostracismo. Sí, ya sé que algunas empresas han hecho campañas con modelos no estandard (una enfermedad de la piel, sobrepreso o de la tercera edad) pero creo que esos ejemplos continúan siendo una excepción que buscan más el efecto «exótico» y en ningún caso una normalización de la diversidad de mujeres realmente existentes. No hace falta poner una modelo coja o ciega para decir que se está potenciando la diversidad, pues, con todos los respetos, esos son ejemplos no representativos del grueso de la sociedad.
Para decir que se está realmente comprometido con cambiar el modelo ideal y único lo que hace falta es que aparezcan mujeres de toda edad y constitución; mujeres y niñas reales que conforman la sociedad y sobre las cuales recae la abrumadora presión de intentar alcanzar ese modelo ideal, por otra parte inaccesible.
El Photoshop ha venido a empeorar el estado de cosas, pues no solo hay que ser joven, sino parecerlo: aunque las mujeres hayan pasado los cincuenta siguen aparentando que tienen treinta. ¿Y por qué se ha recrudecido esta guerra sin cuartel? Desde mi punto de vista porque cuando la sociedad ha alcanzado un cierto nivel de igualdad formal, cuando la educación es bastante paritaria, cuando las familias yo no educan de manera tan desigual la discriminación se ha trasladado al campo de lo simbólico: las ideas, los valores, las creencias, todo aquello donde es imposible legislar ni introducir mecanismos de corrección. Un campo de batalla sin reglas donde domina un ejército de modelos de mentira y cuyas víctimas son las mujeres de verdad.
(Publicado en La Vanguardia, el 16 de noviembre de 2015)
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