En estos últimos tiempos he estado pensando con frecuencia qué prácticas sociales me desagradan y por qué. A veces no es fácil aportar argumentos convincentes para mostrarse a favor o en contra de algunas cosas. En la situación actual, cuando la mayor parte de las veces se invoca la sacrosanta libertad individual o el libre consentimiento como baremo para aceptar o rechazar diferentes actuaciones, qué duda cabe que ante la capacidad de obrar personal todas las demás razones empalidecen. Sin embargo, a mi me siguen sin gustar prácticas sociales -que no juzgo – como la prostitución o la maternidad subrogada, lo que algunos llaman «vientres de alquiler». Y que conste que no tiene nada que ver con la moral, la mojigatería o el puritanismo.
¿Y por qué me disgustan tales prácticas o no las considero deseables? Porque disocian el cuerpo del alma. Y si esta palabra les parece demasiado grandilocuente, sustituyanla por el espíritu. Y si aún les parece demasiado rimbombante, podemos acordar hablar de la disociación que se produce entre lo físico y lo emocional o afectivo. Es evidente que nuestro cuerpo es un instrumento y que lo alquilamos o lo prestamos para desarrollar nuestro trabajo: las modelos usan el cuerpo como herramienta, igual que los mineros, los deportistas y si nos ponemos estrictos, todos los seres humanos, pues es imposible dejarnos el cuerpo en casa mientras vamos a trabajar.
Pero en ningún otro trabajo se disocia el cuerpo de los afectos como en las actividades íntimas relacionadas con el sexo y la reproducción. ¿Por qué las mujeres sufren tanto por ejemplo cuando deciden abortar? Las actividades que me repelen son las que disocian más el cuerpo de la parte emocional y además están mercantilizadas. Una mujer presta su cuerpo para engendrar un ser humano para otros. Estas mujeres, seguramente, cobran un dinero por las molestias. Pero durante nueve meses llevan esa criatura en su interior, y me resulta muy difícil pensar que no se sientan afectadas emocionalmente al tener que desprenderse del bebé que, sin ser suyo, nace a través de ellas. Ello sin entrar a juzgar las razones que llevan a las personas a embarcarse en tales asuntos, tanto las que desean un hijo con su propio material genético -misterio por qué no recurren a adoptar o a acoger a criaturas ya nacidas – como a las que ofrecen cobijar el embrión.
Y lo mismo ocurre con el sexo de pago. En ninguna otra actividad humana (aparte la antes citada) entra en juego la parte emocional tanto como en el intercambio sexual. Disociar el cuerpo de los afectos por fuerza tiene que pasar factura. A la corta o a la larga. Utilizar sólo la parte corporal de un ser humano en actividades íntimas nos convierte a todos en mutilados. Tanto a los que pagan como a los que cobran.
Profesora, muy interesante su punto de vista. Aunque no lo comparto, lo respeto. El tema de la maternidad subrogada es más complejo que «el capricho de tener hijos genéticos».
Los derechos reproductivos (entre ellos el derecho a procrear) son derechos humanos, y son aún más que derechos, son funciones biológicas humanas. Nadie debería impedirlos u obstaculizarlos.
Entiendo su disgusto con la práctica, y es una opinión personal válida.
Pero la libertad significa que cada uno pueda elegir, y que los demás respeten y no dañen a las personas por su elección. Sería como decir que me desagradan los homosexuales o me desagradan los integrantes del Opus Dei. Es ofensivo para quienes eligen y la necesitan.
También debemos tener en cuenta que la maternidad subrogada (o gestación por sustitución) no es un capricho, es una técnica médica de reproducción asistida, reconocida incluso por la O.M.S. No es un invento moderno.
Es un procedimiento médico. Es como el transplante de órganos. Quizás a alguien le desagrade o le dé asco que a las personas les transplanten órganos de otra persona fallecida, pero no es justo ni sano que se ofenda a quienes necesitan de un transplante.
Tampoco creo justo o sano que se ofenda a quienes necesitan de un procedimiento de fertilidad asistida para procrear. Y menos aún, compararlo con la prostitución.
Gracias por leer mi comentario, y ojalá pueda repensar sus sentimientos respecto a esta técnica tan necesaria.
La invitamos a leer nuestro blog, y estamos abiertos a dialogar sobre el tema.
Un abrazo
J.Pablo
Muchas gracias por su comentario. Mis respetos para ustedes dentro de la discrepancia, que no es en absoluto menosprecio. Gracias por leer mi blog. Saludos.
el que quiere entender entiende, asociar el dinero con la libertad para discutir el asunto planteado es ya entrar en una discusión decepcionante
Desde mi análisis general. Mi cuestionamiento es; veo el cielo y es perfecto, observo un bosque y es perfecto, todo es perfecto, la vida es perfecta y pienso ¿El razonamiento lo es? creo que no, el ser humano insiste en equivocarse demasiado y va el cuestionamiento ¿Merecemos esa libertad?. nuestros errores constantes nos encierran. Libertad para que….saludos