En una sociedad global cada vez más individualista casi todo se está convirtiendo en una cuestión personal. La ideología que le da cobertura es «la protección del derecho individual». Y en verdad que hay muchas cosas positivas en el reconocimiento de los derechos personales. Por supuesto que hay que garantizar que cada persona pueda hacer, elegir, optar por aquellos valores humanos con los que mejor se identifica. Que pueda gestionar su vida de la manera que mejor le convenga, que, en definitiva, no tenga que rendir cuentas de sus acciones… siempre que no perjudiquen a otro o lesione derechos adquiridos tiempo ha.
Ahora bien, bajo este paraguas del derecho individual se guarecen aspectos tan diversos y contradictorios como: el derecho a mi propio cuerpo, el derecho a prostituirme, a ir de putas, el derecho a llevar velo o a exhibirme desnuda, a alquilar mi útero, a venderme como esclava, a tirarme desde un quinto piso. En fin, cualquier cosa que pueda ser objeto de deseo de un individuo. La pregunta es ¿todos los derechos nos ayudan a avanzar o algunos de ellos lo que hacen es arrinconar las conquistas conseguidas tras años o siglos de lucha? Naturalmente, el problema es muy complejo, porque es evidente que hay que conciliar los derechos individuales con los colectivos. Cuando cualquier cuestión se haya transformado en un asunto personal ¿cómo vamos a resolver los problemas sociales? Por definición, un problema es social cuando puede ser abordado colectivamente.
La tendencia, sin embargo, es a diluir lo colectivo de tal manera que quede reducido a un «que cada palo aguante su vela». El individuo capaz de actuar aisladamente, en soledad, sin necesidad de sus semejantes. Para mí que esta es una tendencia peligrosísima que puede dar al traste con todas las conquistas sociales que ha costado tanto obtener. Hay algunas cuestiones que van más allá de la voluntad individual y que es necesario preservar colectivamente, para que todos, y no sólo uno a uno, podamos gozar de las mejoras sociales; las mujeres, especialmente, tenemos que estar muy atentas para que no nos vendan la moto y con el precio de la libertad individual estemos comprando, de nuevo, nuestras cadenas.