Se llamaba «derecho de pernada» a una supuesta tradición medieval según la cual el señor feudal tenía el privilegio de pasar la noche de bodas con la desposada de cualquiera de sus siervos. Y contra este derecho era imposible protestar, porque así estaban establecidas las reglas de poder que regían en aquel momento.
De otras formas, más sutiles, más modernas o más actualizadas, el derecho de pernada ha pervivido en la práctica a lo largo de los siglos. ¿Qué és si no, la impunidad con que han actuado hombres poderosos que han violado, abusado, agredido sexualmente a mujeres -y en ocasiones también a niños o a hombres- escudándose en sus privilegios, su preeminencia social, su estatus? Esta práctica ha estado extendida por prácticamente todo el mundo, y ha reflejado como ninguna otra las relaciones de poder que han regido, y rigen, en nuestras sociedades.
Ahora están saliendo a la luz casos de eminentes, o no tan eminentes, hombres en todas los ámbitos sociales: científicos, académicos, artísticos, religiosos, económicos, deportivos, políticos, laborales, domésticos… Durante años, por no decir siglos, estos abusos de poder, y específicamente el abuso sexual como uno de los más extendidos, han sido moneda corriente que las mujeres han tenido que soportar silenciosamente, pues no solo era difícil demostrar la agresión -que ni siquiera era considerada como tal- sino que la simple denuncia pública podría acarrear el ostracismo, la pérdida del empleo, la posibilidad de continuar una carrera, el vacío y la exclusión, cuando no la acusación de revanchismo, venganza, maledicencia o difamación.
Ante estos casos que salen a la luz la sociedad responde de dos maneras: o se encarniza con el caído señalándolo como un apestado, cuando no hace ni dos días se le rendía pleitesía, o se acusa a las denunciantes de exageraciones, de caza de brujas, de operación de derribo injustificada. Cualquier cosa antes que asumir que hemos tolerado, acallado, ignorado que ese abuso de poder lo podía estar realizando cualquier hombre de nuestro entorno al que todos a su alrededor le reían las gracias.