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Charlie Hebdó y la cólera de los dioses

No he seguido de cerca el humor de Charlie Hebdó salvo en momentos puntuales. Sé que han sido siempre sarcásticos y que se han mofado de todo lo humano y lo divino ¿Y qué? Aunque hubieran sido misóginos hasta la náusea, hoy levantaría mi humilde voz para ponerme de su parte y defender su derecho a la blasfemia.

Las mujeres sabemos algo de vejaciones y ofensas. Durante muchos años, siglos, ante una mujer maltratada o asesinada por su esposo muchos exclamaban “algo habrá hecho”… O todavía hoy ante las agresiones o las violaciones hay quien se apresura a afirmar: es que iba provocando, ¿qué hacía a esas horas por ahí? ¿por qué vestía así? Burda e injusta manera de convertir a la víctima en culpable.

No hay ideas sagradas. Y las que pueden resultar ofensivas, infundadas o manifiestamente perversas se caen por su propio peso: quien sostenga hoy que el holocausto no existió (que los hay) es lo mismo que si afirmaran que la tierra es cuadrada o que el esclavismo fue un invento. Hay que ignorarlos porque es absurdo invertir tiempo, esfuerzo y quizá dinero en convencer a esos tarugos.

Las mujeres somos ofendidas y humilladas con mucha frecuencia en películas, en anuncios publicitarios, en videos musicales, en programas de televisión y en columnas de opinión y, sin embargo, no vamos por ahí matando a la gente y, que yo sepa, las chicas más radicales que conozco (Femen) contrarrestan las ofensas, literalmente, a pecho descubierto.

Si aceptamos que no se pueden criticar las creencias, si somos sumisos y dóciles ante el poder que nos amenaza con el ostracismo, el menosprecio o la muerte, si encontramos disculpas para los que tratan de imponer la barbarie viviremos más tranquilos, pero también amordazados y con el miedo en el cuerpo ante el mínimo temor a desatar su cólera.

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