De vez en cuando aparecen sesudos ensayos de prestigiosas intelectuales o novelistas famosas que nos traen la buena nueva, a saber: que la biología es la que dicta las conductas de hombres y mujeres (Nancy Huston) o que el erotismo es el único capital al alcance de las mujeres (Catherine Hakim), lo cual viene a ser como si el mejor cocinero del mundo comunicara al universo que ha inventado la sopa de ajo. ¿Por qué será que cuando la lucha de las mujeres se hace más difícil, cuando el patriarcado está más enconado, cuando hay una regresión ideológica que cuestiona las conquistas femeninas que a duras penas pueden mantenerse es cuando aparecen libros o ensayos que, como el Varón domado de los años 70, vienen a decirnos que hagamos lo que hagamos, luchemos lo que luchemos, nos pongamos como nos pongamos, las mujeres siempre seremos el segundo sexo, aquellas que siempre tendrán que lograr con subterfugios y malas artes (las sobadas «armas de mujer») lo que la naturaleza nos ha escatimado.
Lo más desolador de todo es que estas aportaciones vienen sobre todo de prodigiosas mentes femeninas, académicas, profesoras, literatas, algunas de ellas incluso viejas feministas reconvertidas en furibundas misóginas. ¡Qué flaco favor hacen estas luminarias a todas las mujeres del mundo! Desde sus acolchadas poltronas docentes o desde sus grandes despachos de catedráticas, con sus buenos sueldos vitalicios y sus luminosas residencias, desde la suficiencia que les ha dado la autonomía e independencia laboral que han conseguido, pontifican y aleccionan al resto de las neófitas que para qué van a esforzarse, que no vale la pena, que despejen el campo -asi se reduciría el paro masculino a la mitad -, que se dediquen a emperifollarse, a hacerse la cirugía estética y a hacer un buen matrimonio que las catapulte al éxito, pues por más que se deslomen como burras, su detino está escrito, ya que su único capital está entre las piernas, y es, según estas lumbreras, lo único que pueden ofrecer al mejor postor.
¡Qué pena me dan estas mujeres que disfrutan hundiendo en la miseria a otras mujeres, que desvalorizan sus logros, que minusvaloran sus aspiraciones, que cercenan sus alas apenas desplegadas! Con la cantidad de mujeres mutiladas que hay en el mundo, explotadas como esclavas, casadas en la niñez, vendidas por sus familias, violadas por esposos que le triplican la edad, encerradas en burdeles, maltratadas por las leyes, desfiguradas por crímenes de honor. Con la cantidad de mujeres que alimentan a sus familias, que trabajan por sueldos miserables, que luchan por su dignidad, que se levantan cada día con la ilusión y la esperanza de llegar a ser una ciudadanas de primera…
Pues nada, llegan estas sabiondas, se alinean con lo más retrógrado del pensamiento conservador… y hacen retroceder la emancipación femenina unas cuantas décadas más. ¡Como me gustaría verlas en el paro y que sus maridos las pasearan atadas por el collar!