Acabo de llegar de la manifestación que se ha celebrado hoy en Barcelona con motivo del dia 8 de marzo. La verdad es que hacía tiempo que no participaba. En los últimos años consideraba que eran las más jóvenes las que tenían que tomar el relevo en estos asunto. Pero el retroceso en los derechos de las mujeres, los recortes, la nueva ley del aborto, la brecha salarial, la precariedad laboral, la práctica desaparición de la Ley de dependencia, la violencia real y simbólica que se abate sobre nosotras es tanta que hoy he vuelto a la calle a gritar, junto con miles de mujeres más, que nosotras parimos y nosotras decidimos; que queremos un aborto libre y gratuito; que a igual trabajo igual salario. Que la maternidad es un derecho que muchas jóvenes no pueden hacer realidad porque peligra su trabajo; que nuestros cuerpos, en fin, nos pertenecen. Los mismos eslóganes que coreábamos cuando yo tenía veinte años, hace más de 35.
Y lo mismo que yo han debido pensar muchas de mis coetáneas, porque me he encontrado con casi todas las mujeres con las que coincidía en las «manis», todas ya con el pelo blanco, con arrugas, con unos kilos de más, pero con la misma actitud de reclamar derechos que ya creíamos consolidados. Había chicas más jóvenes, es verdad, con enormes tambores que producían un gran estruendo, y bastantes hombres. Han cambiado algunas cosas, como la incorporación de «trabajadoras del sexo» con los pechos al aire y también un grupo de mujeres con pañuelo en la cabeza reclamando su derecho a vestir como deseen. Lo que no ha cambiado es que aprovechando la coyuntura también se han añadido algunos partidos políticos, cada uno con lo suyo.
Ha sido un gusto unirse a la marea violeta, mujeres aporreando los tambores y bailando mientras las demás a su alrededor batíamos palmas y coreábamos consignas no por antiguas menos necesarias; desde las aceras muchos hombres y mujeres observaban el desfile, no sé si con cara de sorpresa o de curiosidad. Y en el resto de las ciudades de España se han celebrado manifestaciones similares porque nos hemos dado cuenta de que el feminismo es hoy más necesario que nunca. Que no podemos perder lo que tanto esfuerzo había costado ganar. Lo único que me preocupaba un poco es que los Mossos d’Esquadra acordonaban las calles, expectantes, y que a algunos descerebrados se les hubiera ocurrido armar un jaleo imprevisto. Sólo habría faltado que hubiéramos tenido que salir corriendo. Muchas de nosotras, francamente, ya no estamos para esos trotes.