La foto que ilustra este texto es de 1978, hace 43 años. Soy yo de jovencita haciendo el mismo gesto que ayer volvimos a hacer muchas feministas en toda España. Nunca hubiera pensado que este símbolo pudiera llegar a ser considerado transfobia. Pues ayer, día 26 de junio de 2021 muchas feministas hicieron este gesto, y alguna fue agredida, como Laura Strego en la concentración en Murcia que tuvo que ser atendida en el hospital. En Barcelona la policía contuvo a un grupo de transactivistas que querían entrar en la plaza donde pacíficamente nos habíamos concentrado un grupo de mujeres con permiso de manifestación. En Madrid y en otros lugares grupos pro trans intentaron celebrar contramanifestaciones no autorizadas para reventar las protestas, legítimas y pacíficas, de mujeres contrarias a las leyes de autodeterminación de sexo y a favor de la agenda feminista.
Y a todo esto los medios de comunicación brillaron por su ausencia, y cuando lo han referido lo han hecho equiparando manifestaciones legales con intentos deliberados de impedir las concentraciones por parte de grupos pro trans. Es decir, poniendo al mismo nivel los intentos de agresión, los agresores y a las agredidas, que no es sino una manera de tomar partido por los violentos. Si esto no se llama Resistencia, que venga dios y lo vea.
Así que sí. Las feministas somos La Resistencia ahora mismo frente a todos los poderes que se han abonado en masa a la nueva fe: todo el mundo considera lo más normal que el sexo, que es un dato objetivo, constatable y observable en el nacimiento, y que además se forma durante el desarrollo del embrión y permanece invariable a lo largo de toda la vida, pues no, ahora tenemos que aceptar sin rechistar que es algo que se puede cambiar en el Registro Civil a voluntad. Y si se aprueba la ley que está en proceso puede que incluso podamos ser multadas por sostener una evidencia. Todos los demás problemas de las mujeres han empalidecido ante esta cuestión.
Aunque ya he hecho algunas consideraciones sobre el por qué de la existencia de tal unanimidad en algo manifiestamente falso, me he cansado de repetir los argumentos racionales, que por otra parte están perfectamente explicados en muchas cuentas de Instagram, Twitter o Facebook, por poner los ejemplos de tres redes sociales populares, ya que los medios convencionales han hecho un pacto de silencio sobre las lógicas y razonables críticas que planteamos muchas feministas. Pero es igual, no recuerdo quien dijo que intentar debatir con alguien que ha renunciado a la lógica es como querer alimentar a un muerto, así que no voy a dar más razones. Que cada uno profese la religión que más le plazca.
Las feministas somos La Resistencia, porque es así como se denomina a los grupos que se organizan contra estados de opinión o gobiernos totalitarios que desean silenciar la discrepancia política. Y no de otra forma puede denominarse un régimen que intenta implantar el miedo a hablar, a manifestarse, a posicionarse, a discrepar públicamente. Profesores de universidades e institutos, padres y madres en colegios, asociaciones, grupos o entidades, en todo el tejido asociativo de la sociedad civil crece el miedo a ser acusado de transfobia ante el cómplice beneplácito de los poderes económicos, políticos y mediáticos.
Pese al miedo que muchas habían expresado sobre la posibilidad de agresiones, muchas mujeres nos atrevimos a salir a la calle el sábado 26 a las 12. Para mi sorpresa -al menos en Barcelona- había bastantes jóvenes, en contra del argumento que defiende que es que las feministas mayores nos hemos quedado desfasadas y no entendemos los nuevos tiempos. Eché en falta a más veteranas de mi generación, cuya ausencia antes prefiero pensar que se debe a que se han pasado en masa a la nueva fe que no por causas irremediables, cosa que lamentaría mucho más.
Pues sí, aquí estamos las feministas. Volvemos a ser pocas las que salimos a las calles, pero cada vez La Resistencia va a ser mayor porque nuestra historia es sólida y nos asisten el sentido común y la razón. Y a ver quién nos va a impedir que hagamos el signo que simboliza nuestro sexo, el origen de la opresión.
Gracias por decirlo tan claro. Lo difundo porque mucha gente piensa así y no sabe o no tiene la oportunidad, o la valentía de expresarlo.