Soy una ciudadana de a pie. Me considero progresista, trabajadora, solidaria, respetuosa con las lenguas, las costumbres y las idiosincrasias de todos los pueblos que conforman España. Me gustaría estar orgullosa del lugar donde nací no porque sea mejor que otros, sino por su apertura al mundo, sus logros sociales, su capacidad para superar las dificultades, por su vitalidad cultural.
Soy de las que creen que este país no se merece el gobierno que tiene, inepto, inmovilista, ultramontano. Que de seguir adoptando la postura del avestruz, ocultando la cabeza entre las alas, sin capacidad ni iniciativa para enfrentar los graves problemas que estamos atravesando, acabará empozoñando la convivencia y propiciando la fractura social. Que tampoco nos merecemos gobiernos autónomos que son al mismo tiempo juez y parte, que gobiernan para un tercio de la sociedad y olvidan y menosprecian los dos tercios restantes.
Soy de las que creen que los problemas se resuelven hablando; de las que creen que, pese a las diferencias, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, y que más allá del dinero, la lengua, la tradición o las costumbres… nos une el corazón.