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La violencia de género es un problema social (2)

Para dejar de considerar los asesinatos de mujeres como problema individual hace falta dejar de tratar estos acontecimientos como “sucesos”. Hace falta abordar la violencia de género como un problema social, un proceso que hay que enmarcar en unas coordenadas espacio-temporales concretas, que indague y cuestione las raíces de tal comportamiento, que se incluya en el flujo de la historia como un fenómeno que necesita una explicación de largo recorrido y alcance y no que sea liquidado con la socorrida etiqueta del crimen pasional o como una violencia de segunda. Hace falta que cuando ocurran estos hechos, como así se hacía con los atentados de ETA,  se manifiesten los políticos, sea celebrado un funeral al que tengan que acudir las autoridades, sea valorado por personas con experiencia, así como por los diferentes colectivos implicados en el tema y, sobre todo, se evite recurrir a los testimonios insípidos y anodinos de los vecinos para que aleguen “que parecía un hombre tan normal”.  Pese a que los crímenes de ETA no tuviesen ninguna justificación, se ha apelado al conflicto político para ubicarlo, se ha realizado un seguimiento continuado en el tiempo y se han relacionado unos crímenes con otros. Aunque no estemos de acuerdo, en algunos casos incluso se ha tratado de “comprender” ese tipo de violencia. En definitiva, hace falta convertir el asesinato de una mujer por parte de su pareja o expareja (así como las agresiones que sufren las mujeres en otros ámbitos) en un fenómeno de violencia pública y no privada.

Al convertir el asesinato de una mujer en un suceso lo estamos despojando de su contexto social, lo reducimos a una cuestión individual que atañe sólo a los afectados en el crimen, como si los demás nos quisiéramos distanciar del acontecimiento, como si no tuviera nada que ver con nosotros, como si una vez más fuese una cuestión íntima y personal que afecta a los demás. Por eso a mi me parece correcto utilizar la expresión violencia de género (que es un concepto que apela a una realidad colectiva, un problema social) y no violencia machista, porque el machismo es una actitud, no una ideología ni un sistema de pensamiento. Con violencia machista, como prefieren denominarla  muchos sectores, se apela a una cuestión individual, y se despoja el fenómeno de su componente de conflicto entre sexos inherente a la sociedad patriarcal . Por eso me parece aberrante los argumentos de algunos jueces o instancias jurídicas según los cuales  “hay que demostrar ánimo de dominio para considerar algunos crímenes violencia de género”. Cualquier violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo (asesinato, agresiones, maltrato o violación) es por definición una muestra de las estructuras de dominación vigentes en la sociedad.

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