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El lado correcto de la historia

El caso de la profesora de filosofía de la Universidad de Sussex, Kathleen Stock, ha salido a la luz ahora, pero lleva mucho tiempo escribiendo y reflexionando sobre lo que estaba ocurriendo en la universidad con el tema de “la identidad de género”. En noviembre de 2020 escribió un artículo titulado La espiral de la muerte del feminismo académico que suscribo en su totalidad. En él, la profesora explica las razones que han llevado a la academia a rendirse al pensamiento queer sin prácticamente oposición. Yo también aporté mi granito de arena a través de las columnas que publiqué en el diario  Publico.es antes de que prescindieran de mi colaboración y, básicamente, coincido con su análisis.

Hace unos días, un sindicato de la Universidad de Sussex ha hecho público un comunicado en el que incondicionalmente toma partido por la comunidad trans y no binaria (sea lo que sea esta denominación) y aunque no cita a la profesora, todo el mundo sabe que se refiere a las acusaciones de tránsfoba que esta docente ha recibido y a la petición de estudiantes de que sea despedida.

¿Y qué dice esta profesora que merezca ser apartada de la docencia, a la que aconsejan que trabaje on line, que ponga cámaras de vigilancia en su domicilio o que solicite protección policial?  Pues si se leen sus artículos lo que dice es lo que sostendría hasta hace bien poco tiempo el 95% o más de la población si se le hubiera preguntado y no se hubiera hecho el lavado de cerebro que se ha producido: que el sexo biológico es inmutable, que no se puede cambiar, que la identidad de género es un concepto cuestionable y no se puede convertir en una patente de corso para atacar, desprestigiar, acosar o silenciar a toda persona que discrepe de este nuevo mito identitario.

Cuestionar la identidad de género, defender que el sexo biológico es la causa fundamental de la opresión de las mujeres, analizar las consecuencias que la autodeterminación de género tiene para el conjunto de la sociedad, mantener una postura crítica respecto a la idea de que cada uno pueda autoidentificarse como le dé la gana y que esto tenga efectos jurídicos, en definitiva, mantener una postura intelectualmente crítica ante cualquier fenómeno no solo no es estar contra los derechos de nadie, sino que es la obligación de cualquier docente que merezca ser parte del lugar de conocimiento que debería ser la universidad.

Colegir que pensar, reflexionar, analizar, diseccionar las nuevas definiciones sobre el sexo, el género, la sexualidad, los roles y estereotipos sociales etc. es transfobia es asumir acríticamente una postura que más que postulado teórico pretende ser dogma de fe. No estamos en el siglo XVII, ni la Universidad puede actuar como la Inquisición que condenó a Galileo en 1633 por defender lo que mutatis mutandis hoy defiende la profesora Stock: a saber, que el sexo biológico no se puede cambiar y que importa para el estudio e interpretación de la sociedad.

¿Cuánto tiempo más va a estar la universidad acobardada, defendiendo a inquisidores e intolerantes que se escudan bajo banderas supuestamente transgresoras para imponer una ideología que remite a Santo Tomás y otros escolásticos medievales?  Estar en el lado correcto de la historia es pensar con rigor y honestidad, defender públicamente unos postulados basándose en la ciencia y no en la superchería o la religión. El tiempo dirá quién está en el lado correcto de la historia, si los nuevos cazadores de brujas o la profesora Stock.

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