Así es como veo a las cinco mujeres que andan alborozadas por una calle de Valencia el pasado sábado. Las veo caminar decididas a depositar un ramo de flores a la virgen, como cuando yo era pequeña y cantábamos aquello de “con flores a María, con flores a porfía que madre nuestra es”.
Dicen que son mujeres de izquierda y feministas, pero por sus palabras las conoceréis, que no por sus hechos: una de ellas, la mejor situada de todas y estrella del “aquelarre”, ante una cierta indiferencia de las otras cuatro declara que juntas caminarán y cambiarán las cosas. Y, ¿cómo van a cambiar las cosas? Pues con “amor, afectos, esperanza y cuidados” y la ayuda de la inmaculada concepción.
Las palabras de esta mujer suenan deslavazadas, hueras, sin fuerza ni convicción, una palabrería hueca que nada quiere decir. Ninguna de ellas ha hecho propuestas creíbles, concretas, factibles, porque todo es un ritual cuasi místico, de apelaciones a la fe, efluvios religiosos y connotaciones caritativas, que recuerda aquellas señoras de la derechona franquista que ponían las mesas petitorias para salvar a los negritos de África.
¿Y qué proponen estas mujeres para cambiar esta profunda crisis cultural, política, social y económica que atravesamos? Pues, a juzgar por lo que sabemos del ideario de algunas de ellas, regular la prostitución porque es un trabajo tan digno como otro cualquiera, incentivando el proxenetismo como actividad lúdica y de ocio tan respetable como la que más; favorecer el derecho a la paternidad de las personas con capacidad de gestar apelando al entusiasmo de las mujeres que alquilan su vientre por amor a la humanidad, o promover el uso del velo amparado en la libertad de elección, pues ya sabemos que cubrirse el cabello o incluso el rostro completo nada tiene que ver con la sumisión debida al varón, y sí con el empoderamiento personal.
Sorprende que a este “aquelarre feminista” no haya sido invitada una de las mujeres más comprometidas con el desmantelamiento del feminismo y la imposición de la agenda transgenerista, con la que todas las presentes parecen coincidir.¿La dan por amortizada? ¿Prescinden de ella como estrategia? ¿Calculan que ante la debacle electoral que se avecina quieren poner distancia?¿Es una operación para recuperar a las desencantadas podemitas?
Misterios eclesiásticos sin resolver. No sé si despertarán el entusiasmo de alguien, pero de lo que estoy convencida es que el de las feministas seguro que no; ya estamos muy curtidas y si alguna vez hubo titubeos y dudas respecto a lo que pretendía esta nueva pseudoizquierda neoliberal, ahora ya sabemos que sus propuestas se oponen a las del feminismo real. A saber cuántas incautas volverán a caer en la trampa.
Una cosa ha quedado muy clara en estos dos últimos años tras la ebullición vivida en las calles los 8 de marzo de 2017 y 2018: lo que es feminismo y lo que no. Las feministas no vamos a apoyar un engendro electoral solo porque esté protagonizado por mujeres, sino a quienes defiendan los muchos y acuciantes temas que conforman nuestra agenda. Hoy más que nunca hace falta que la voz de las feministas se oiga en el congreso y en otras instituciones. Feministas, no ursulinas disfrazadas de posmodernidad.
Un análisis profundo, muy necesario en estos tiempos.