Sólo en España hay 47 millones de feminismos diferentes, según el Ministerio de Igualdad, así, si extrapolamos la misma fórmula al mundo tenemos la cifra citada en el título. O sea, cada persona define lo que es el feminismo. En un momento de la historia tan absurdo como el que nos ha tocado vivir, eso mismo podríamos decir de la realidad: cada uno se fabrica la suya propia, así que si yo digo que soy Napoleón, que mido 1,90 y que tengo 25 años, pues ¿Quién va a ser capaz de contradecirme? Yo defino mi realidad, porque yo lo valgo.
Aunque parezca disparatado lo que acabo de escribir, hay gente capaz de validarme, e igual que confirmarían las tonterías que he dicho, es capaz de confirmar cualquier dislate que se le ocurra a cualquiera. Los filósofos del pasado, con toda su capacidad intelectual, escribieron cosas sobre las mujeres que hoy nos parecen risibles. Dentro de algunos años, a los futuros seres humanos del planeta les parecerá risible que a alguien se le eleve a los altares del pensamiento por escribir idioteces, como por ejemplo que el sexo no existe, y que es una construcción cultural. Y que encima se les otorguen premios.
En fin, todo este prolegómeno viene a cuento de que la celebración del 8 de marzo de ayer ha empezado a clarificar lo que era ya imprescindible: ¿De qué hablamos cuando hablamos de feminismo? Y del necesario debate que hace falta iniciar en la sociedad sobre todos los asuntos que las feministas llevamos denunciando hace ya años y que han sido opacados cuando no tergiversados por los medios de comunicación, y puestos en sordina por la clase política, partidos, sindicatos, asociaciones, universidades, etc. ¿De qué hablamos cuando hablamos de feminismo?
Que 6.000 mujeres en Madrid marchen separadas de la manifestación oficial, y que en otras muchas ciudades haya habido concentraciones “abolicionistas” ha puesto sobre la mesa las razones de esta separación. ¿Liquidamos el tema diciendo que esas mujeres son “basura tránsfoba”, como dijo un diputado, de cuyo nombre no quiero acordarme, de las feministas que recorrieron Madrid el 23 de octubre pasado? ¿O nos ponemos a explicar los motivos que han llevado a la necesidad de marchar separadas?
¿Nos ponemos a debatir en serio las nefastas consecuencias que va a tener la aprobación de leyes que dicen que se puede cambiar de sexo por propia voluntad? ¿Nos ponemos a discutir en serio lo que ocurrirá en el deporte, en las cárceles, en la salud, en las estadísticas, en los espacios de mujeres, en el concepto de violencia de género y en tantos otros si se difumina quiénes son las mujeres y en esta categoría entra cualquiera que se defina como tal? ¿Nos ponemos a debatir en serio los daños que va a producir entre las criaturas y jóvenes la idea de que tienen un cuerpo equivocado y que esto puede ser solucionado haciéndoles dependientes de las hormonas de por vida, cuando no sometiéndolos a cirugías irreversibles? ¿Nos ponemos a discutir en serio si en los colegios se debe coeducar de verdad o hay que convertir al profesorado en policía para detectar si las criaturas tienen el comportamiento adecuado a su sexo?
¿Nos ponemos a debatir en serio la idea de que dedicarse a la prostitución es un trabajo como otro cualquiera cuando sabemos que todas las mujeres prostituidas acaban dañadas física y psíquicamente si sobreviven a un sistema prostitucional que no tiene nada que envidiar a la esclavitud? ¿Discutimos seriamente sobre la idea de que las mujeres que gestan para otros lo hacen “por amor” cuando sabemos que lo hacen por necesidad? ¿Nos ponemos a discutir seriamente sobre si la pornografía es la mejor manera de educar a la juventud o si constituye el aprendizaje perfecto de la violencia sexual?
En definitiva, ¿nos ponemos a discutir seriamente todos los problemas que actualmente se están ocultando, eludiendo o tratando sin rigor, cuando no ridiculizando o estigmatizando como tránsfobas a las feministas que los estamos denunciando? Bendita sea la “ruptura” del Movimiento Feminista, si esta división implica que la sociedad empiece a preguntarse por qué hemos llegado a esta situación. Hay que clarificar los 7.500 millones de feminismos que hay en el mundo porque Feminismo solo hay uno, y es el que lucha por la abolición de todos los sistemas que mantienen a las mujeres en una posición de subordinación.
Absolutamente de acuerdo con el análisis que hace Juana Gallego.
La autodeterminación del sexo con el solo requisito de manifestar ante una instancia judicial el querer dicho cambio, es no sólo, algo inasumible, sino que significa de facto, el borrado y la invisibilidad de las mujeres que luchamos desde hace 300 años por la igualdad real entre mujeres y hombres. Que luchamos por deconstruir la cultura patriarcal y que sabemos que el género es una construcción cultural del patriarcado.
Totalmente de acuerdo. No se puede decir más claro. Muchas gracias, Juana por aportar luz entre tanta ceguera y dejar las cosas claras entre tanta confusión. El feminismo es abolicionista. Un abrazo desde Bilbao donde ayer marchamos todas juntas aunque había algunas personas con lemas tan absurdos como «All vulvas are beautiful» que portaba un jovencito que, sin saberlo, se había equivocado de manifestación.
Los seres humanos somos sexuados, tenemos sexo; género tienen las cosas, las clasificaciones, es un invento humano para ahondar las diferencias y el dominio de un sexo hacia otro.
Las feministas hemos luchado para q en función del sexo no se nos asignen automáticamente unos roles «de género» creados por el patriarcado.
Que los hombres tengan el valor de llevar falda, maquillarse y llevar tacones si les apetece, pero éso no es definitorio de ser mujer.
Espero que se den por aludidas las hadas de igualdad. Como siempre, brillante Juana
Muy buen articulo.
¡Bravo, excelente artículo!
Hoy mismo, sin conocerlo, le envié opiniones muy similares y veo que comparto las suyas. Siga usted así. Es usted una mente pensante y valerosa en un mundo mediocre e involucionista, eso nunca se perdona.
Antes, lo que usted comenta se llamaba corrupción de menores, y las feministas sabíamos lo que éramos; nunca fue parte del proyecto hipersexualizar a los niños como sustitutivo de educarlos. Cuánto daño han hecho Judith Butler y sus acólitas…
Un cordial saludo.